Walter Wilson y Robin De Rover comenzaron sus carreras en la policía con gran dedicación e ideales nobles, pero con demasiada frecuencia vieron meses de trabajo de detective intensivo y peligroso perdidos debido a lo que consideraban errores procesales irrelevantes, la destreza de abogados caros y decisiones dudosas de jueces extranjeros. Cada vez más, se salen de las líneas durante sus patrullas: por ejemplo, avisan a los criminales sobre futuras acciones policiales y reciben una buena paga por ello. Wilson también es adicto (mujeres, alcohol, drogas...) y eso lo hace incalculable. Cuando es suspendido de la fuerza policial tras repetidos conflictos, busca un acercamiento aún mayor con el entorno criminal, pero mientras tanto, es un juego de borrachos.